Bandoneon abordo

Bandoneon abordo




Barquito de papel, 
sin nombre, sin patrón 
y sin bandera, 
navegando sin timón 
donde la corriente quiera. 

Aventurero audaz, 
jinete de papel 
cuadriculado, 
que mi mano sin pasado 
sentó a lomos de un canal. 


Uno podría quedarse inmóvil, contemplando la belleza de ese barquito que no es de papel, pero si aventurero y audaz. Dicen que en la vida nada sucede por casualidad, entonces todo tiene sentido, en una conjugación de sumatorias matemáticamente perfectas: un barco, el río, la isla, una flor, un bandoneón y Ariel Hernández; excepto que esta ecuación no tiene un resultado, sino dos: Bandoneón abordo y Flor de Ceibo. 

La magia sucede en el río, porque esto pasa en el Delta y en este lugar todo ocurre en el agua, la escena nos muestra un símbolo navegando con su nombre grabado en sus maderas "Flor de Ceibo" y a un hombre dibujando en el aire acordes arrabaleros con su "Bandoneon abordo"


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El barco se mueve al compás de la música que Ariel crea desde su bandoneón, el sonido de la isla lo acompaña como su mejor compañero, alguien extiende un mate y entonces la música se apaga.

— ¿Que sucede primero en tu vida, la música o la navegación?

 A los cuatro años mis viejos ya me llevaban al colegio Musicum de Buenos Aires, si bien el bandoneón llego a mi vida a los dieciocho años, hago música desde muy temprana edad. Siempre viví de esto, pero hice de todo en mi vida, llegue a vender parasoles en los semáforos, viajes de egresados, tuve un puesto de venta en verano en Chapadmalal vendiendo cosas de playa, hasta que a los veintidós años me fui a Europa donde durante tres años hacia música en las calles, en las terrazas. Sin darme cuenta terminé tocando con Spinetta, Paquito Rivera, Vicente Amigo, siempre estuve vinculado con la música.

—  ¿Dónde nace tu relación  con la navegación?

 Nace en los lagos del sur, lugar que visitaba todos los años junto a mis padres. A mi viejo le gustaba mucho la pesca, recuerdo que teníamos un botecito con un motor Yumpa de 5 hp en el cual ambos nos aventurábamos. Todo eso lo herede y hoy son parte de mi pasión.  

 ¿En qué momento se inicia esta relación barco, hombre y música abordo?

 Hace seis años a mi regreso de Europa donde viví veintidós años, compre Flor de Ceibo con la idea de disfrutar de la pesca, la navegación y también de la madera, material en el cual el astillero Claude construyo este barco "dicen que en los años cuarenta". 
Bandoneón abordo nace de mi necesidad de sobrellevar económicamente mi pasión por la música, para poder financiar el alquiler de teatros, la producción de mis discos y demás, por suerte encontré en este proyecto una forma de vida.


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 ¿Que encuentra y como vive la gente su experiencia en Bandoneón abordo?
Mucha gente viene especialmente incluso del exterior a escuchar el bandoneón y vivir el río en este hermoso Delta que tenemos, además de conocer a Flor de Ceibo, como si fuera un compendio de varias cosas.

Justamente hace muy poco leía a Walsh definiendo lo que significaba escribir, pero yo lo pienso a través de la música, él decía que es fabricar empatía, dejarse interpelar por otros, probarse pieles ajenas y asumir puntos de vista ajenos. De alguna manera creo que eso pasa en el barco con la gente que nos visita, en el intercambio casi mágico que sucede abordo en lo emocional y el disfrute que genera el arte que es la música que nos hermana.
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 Hoy me hablabas de una pasión que la gente desconoce pero que gracias a ella existe un motivo más para el disfrute abordo de Flor de Ceibo ¿de qué se trata? 

 Podemos decir que siempre me gusto la música, pero abordo del barco se juntaron todas mis pasiones, el bandoneón, la náutica, la composición y el arte culinario. Siempre me gusto la cocina, incluso siempre cocinaba para mis amigos, ahora lo hago en Flor de Ceibo y entonces todo se conjuga, se despiertan los sentidos, no es solo la música, también disfruta el paladar.


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 ¿Cómo fue la elección del barco, que te llevo a decir "quiero este"?

 Fue gracias a mi amigo y maestro náutico Alberto Maciel es el un experto, yo andaba buscando algo para ir a pescar por la zona de Zarate y le pregunte por un tracker cabinado, fue así como Alberto comenzó a hablarme de los barcos de madera y así descubrimos a Flor de Ceibo que estaba en venta en San Pedro. No dude un segundo, hasta que no lo compre no pude dormir, la familia Claude me contó que cuando lo construyeron en los años cuarenta fue con el único objetivo de que fuera para uso familiar, en el tiempo que estuvo amarrado en Tigre se vieron obligados a colocar un cartel de "no está a la venta”. A mis viajeros les digo que vamos a navegar en el tiempo, no solo porque las maderas del barco son centenarias, sino porque las maderas del bandoneón también lo son.
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 ¿Cómo es tu relación con el río, con el entorno, con los demás navegantes?
 A la hora de navegar intento siempre y pongo especial interés en el tema de respetar a los demás. Me parece que hay cosas básicas, pero tengo la sensación que esas normas básicas las tiene muy claras quien está toda la semana en el río, y no el que navega los fines de semana, que parece que siempre llega tarde a algún lado, como si fuera al río muy apurado. Por esa razón nosotros tenemos distintos precios los días de semana que el río esta más tranquilo y otro el fin de semana que esta mas concurrido.
¿Cual la reacción de los demás navegantes respecto al bandoneón y la música que haces en Flor de Ceibo?
  Esta parte me la contaron porque cuando toco, lo hago con los ojos cerrados, abstraído por la música, pero sé que la gente se arrima con sus embarcaciones con mucho respeto y disfruta el concierto. Incluso me pasa que me cruzo con otras embarcaciones y los tripulantes me hacen el gesto típico del bandoneón.

Una lancha aminora la marcha, la bocina rompe la armonía de nuestra charla, Flor de Ceibo no pasa desapercibido, se corre la voz, la música navega en este barco y los demás ya lo saben.  


  






  

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